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Kiricocho y la cultura del fetichismo

Kiricocho y la cultura del fetichismo

Aquel que dijo "más vale tener suerte que talento", conocía la esencia de la vida. La gente tiene miedo a reconocer que gran parte de la vida depende de la suerte, asusta pensar cuántas cosas escapan a nuestro control. En un partido hay momentos en que la pelota golpea con el borde de la red, y durante una fracción de segundo puede seguir hacía delante o hacía detrás. Con un poco de suerte sigue hacía delante y ganas, o no lo hace y pierdes.” Con esta frase daba comienzo la famosa película de Woody Allen ‘Match Point’. Y es aplicable a todas las facetas de la vida. Asusta pensar realmente cuántas cosas se escapan de nuestro control. Existe el temor a no poder controlar cosas que no dependen de nosotros. Ahí es donde entra el azar, pero también se mezcla con ese elemento de superstición.

 

Corrían los años 80 y Bilardo dirigía a Estudiantes de la Plata. En un mundo donde se juntan Bilardo y el ganar cualquier resquicio es justificable para poder ensalzar la figura de una personalidad que siempre fue diferente al resto. Sin embargo, el relato que se dará aquí resultaría inexplicable de no ser porque fue real y que sobre todo, ha terminado perdurando en el libro del fútbol desde entonces hasta hoy. Aún se escuchan a las voces de entonces hablar de la leyenda de Kiricocho por los barrios argentinos. Todo el mundo le conoce. Todo el mundo habla de él. Es más famoso que Pelé y que Maradona y más internacional que Roberto Carlos. Su nombre se escucha en estadios de todo el mundo. Los delanteros le odian, mientras que los porteros acuden a él en un momento clave. Lo más bello de todo es que Kiricocho no es futbolista, ni mucho menos técnico. No consta en el historial de ningún club y ni siquiera ha jugado un solo minuto como profesional. Pero es que a pesar de todo ello, le dio a Estudiantes el Torneo Metropolitano de 1982 y por eso Bilardo le premió con hacerle historia del fútbol.

 En los años en los que el mítico técnico argentino dirigía a Estudiantes empezaron a darse en cadena una serie de imprevistos en forma de desgracias dentro del plantel. Esto sucedía sobre todo en los entrenamientos del ‘pincha’. Nadie podía tener una explicación lógica de porqué de repente se lesionaban jugadores con tanta frecuencia. Cualquier persona en su sano juicio hubiese pensado que es el más desgraciado azar o fruto de una mala forma de los integrantes del plantel. Sin embargo, alguien se percató de la existencia de un fervoroso aficionado de Estudiantes que asistía a todos y cada uno de los entrenamientos. Su nombre era Juan Carlos, de apellido desconocido y de origen secreto. Todos pensaríamos que en cuanto semejante asunto atravesara los oídos de Bilardo, este se decidiría a echarlo de inmediato. Sin embargo, no fue así. Sorprendentemente, Bilardo decidió sacar partido y hacer del gafe un arte, una estrategia. Decidió darle a un hombre aparentemente irrelevante un rol fundamental en el equipo.

 Juan Carlos, fiel aficionado al conjunto del barrio de La Plata y bajo el apodo de ‘Kiricocho’ se convirtió en el amuleto del equipo de una forma muy ‘biilardesca’ o en otras palabras: peculiar. Ni corto ni perezoso, el gran Carlos Bilardo decidió que era buena idea que este noble aficionado tuviera como tarea recibir a los equipos rivales que venían a jugar contra Estudiantes de visitante. Por las cosas de Bilardo, del fútbol, o de aquellas cosas que se nos escapan de nuestro control; a Estudiantes le salió de cara la leyenda de Kiricocho. Se alzó con el Título Metropolitano de 1982, perdiendo un solo partido como local. Fue ante Boca Juniors. En aquel partido Juan Carlos no pudo recibir a los Xeneize. Factor que, tras verse el resultado, alimentó más aún el legado de Kiricocoho en la figura de Bilardo. De esta manera se convirtió en un elemento primordial del “gafe” y del malfario en el fútbol. Nadie supo más de aquel buen hombre usado como amuleto de la mala suerte. Es más, ni el propio Bilardo supo de él a partir de entonces.

 Bilardo cambió de banquillos. Dejó Argentina y aterrizó en España para dirigir al Sevilla. Vida nueva al frente de un club ambicioso. Ni rastro de Kiricocho. Nada presagiaba que podría reaparecer semejante figura en la ciudad andaluza. Pero de nuevo, por las cosas que se escapan de nuestro control, del azar o del fútbol alguien del banquillo sevillista bramó un notorio ‘Kiricocho’ cuando el rival del Sevilla se disponía a lanzar un penalti. Bilardo no terminaba de creerlo. Simeone y Maradona acudieron a resolverle las dudas. Ellos lo venían usando de manera usual y el resto lo fue tomando como superstición. Así se expandió esta palabra. Mientras tanto, ni rastro de Kiricocho. Solo aparece de vez en cuando en la boca de algún portero o jugador antes de que el rival decida desde los once metros. A algunos les funciona y fallan, de la misma manera en la que otros tantos, no lo hacen. Por suerte para Italia, su última Eurocopa, lograda en tanda de penaltis, tuvo a Kiricocho como protagonista.

 ‘Asusta pensar realmente cuántas cosas se escapan de nuestro control’, que se lo digan a Bilardo que convirtió en leyenda fetichista a una persona como tú y como yo porque en un momento dado lo determinó como la causa del azar de las cosas que se le escapan de su control.

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